De puertas y ventanas

Por el título ustedes pueden pensar que esta semana me ha dado por la carpintería. Bien podría ser, pero no es el caso. Mi intención, espero conseguirlo, es ir un poco más allá. Se trataría de hablar de carpintería, sí, pero de la carpintería de la vida. De aquellos maestros artesanos del cepillo, la gubia, de sierras, taladros y formones que son capaces de ordenar y estructurar el cerebro y configurar la talla perfecta, que permita abrir una ventana cuando una puerta se cierra.

Los caminos por los que la conciencia te lleva la mayoría de las veces son caprichosos. Serpentean como un barranco desbordado tras la tormenta, siguen la línea más recta para evitar atajos o toman las de Villadiego, sin pensar en consecuencias.

En una senda tan compleja, tu capacidad de resistencia es inversamente proporcional al daño que puedan infringir. Por más que se empeñen los cuervos en picotear el borde de las meninges para alcanzar el alma, la capacidad de resistencia del ser humano y de lucha contra la adversidad acaba imponiendo su criterio y te renueva en la misma medida que el Ave Fenix resurge de sus cenizas.

Y es que por más que se empeñen las urracas de lo ajeno y los pájaros de mal agüero en imponer la ley del odio y la envidia como norma básica del juego, la victoria de la coherencia se abre paso frente a la traición, el juego sucio y los insistentes intentos de imponer, allá cada cual con su penitencia, la ineptitud como la norma básica que rija los destinos del devenir diario de los seres humanos. Seguimos.