Esta semana he tenido la oportunidad de recorrer casi palmo a palmo las obras del AVE, el tren que un día nos debe unir con Madrid y con Europa por la costa, tanto en la vertiente almeriense como en la mediterránea. Para no cansarlos en exceso ni buscar artimañas que les lleven hasta el final del artículo ahí va la conclusión: aquellos que piensen que en 2026 o 2027 van a ver surcar los trenes por esta nueva vía es que no tienen ni idea de lo que aún resta, mienten con descaro o juega a un despiste que, a estas alturas, nadie se cree. En la provincia de Almería, ya lo he escrito en alguna ocasión, los trabajos se desarrollan con cierta normalidad. Tampoco se matan, todo sea dicho, para avanzar en la obra como todos quisiéramos que se hiciese.
Aquellos que piensen que en 2026 o 2027 van a surcar los trenes por esta vía mienten con descaro
En los tramos de nuestra vecina, la región Murcia, ya les avanzo que aún hay kilómetros y kilómetros en los que se puede ver la señalización y poco más.
Pues a pesar de todo y sabiendo, como todos conocemos que hablar del año próximo o el siguiente es una quimera, aún hay algunos gestores de lo público, caso del ministro, que cuando tiene a bien acercarse a Almería a ver las obras se empeña en meter “la burra de culo” cuando el animal está preparado sólo para caminar hacia adelante.
Será más que razonable que aquellos que gestionan lo público, entre ellas las obras del AVE, tuvieran a bien dejarse de bobadas y reconozcan de una vez y para siempre que los plazos dados no son asumibles, por más que nos empeñemos. En la misma línea está, aunque con un presupuesto infinitamente inferior, la peatonalización del Paseo de Almería. La idea inicial de dividir los trabajos para hacer el menor daño posible a los comercios y bares de la zona ha estallado en las narices de quienes buscaban, entiendo con buena intención, minimizar problemas y no tensionar en exceso las relaciones con aquellos que cada día abren la persiana en la zona.
Aquí nos hemos topado de nuevo con una magna dosis de realidad. Una empresa que cumple lo justo, con serios problemas con la piedra que se va a poner, con partidas a devolver porque no tienen los estándares de calidad exigidos y, lo que es más preocupante, por la desgana que se atisba en quienes ejectutan la obra. ¿La causa? La desconocemos.