¿Tienen alma las fiestas?

La Feria y las fiestas de un pueblo son el evento más importante que se realiza a lo largo de año, aunque con matices. Me explico. No es lo mismo la celebración, generalmente religiosa, acompañada de un amplio abanico de actividades para todos los vecinos y visitantes de un pueblo pequeño o mediano, que las que tienen lugar en una gran ciudad.

Sea como fuere, lo cierto es que el arraigo popular y la querencia de los ciudadanos a su pueblo se suele medir en buena medida por el apego a las tradiciones. Sin embargo, el paso de los años y las posibilidades que ha ofrecido la modernidad o la globalización han venido a descafeinar, por llamarlo de alguna manera, las efemérides populares, mientras persisten con todo su arraigo, las religiosas.

Y en esas estamos. La nueva dinámica en la que la sociedad se mueve ha llevado a algunos, en su intento de convertirlo todo en política, a afirmar, con rotundidad y sin paracaídas, que las fiestas populares, en Roquetas por ejemplo, carecen de alma. Por más que lo analizo no encuentro por ninguna parte el espíritu de este tipo de festividades más allá, como les decía, del fervor religioso hacia el patrón o patronos del pueblo, verdadera seña de identidad de cada una de las barriadas o poblaciones de este país. Porque no me negarán ustedes que las fiestas de Aguadulce las de Santa Ana en el Puerto o de San Isidro en El Parador, contemplan cada año, y en paralelo al programa religioso, múltiples actos lúdico-festivos, entre los que no faltan las verbenas, para amenizar las jornadas más importantes del año para cada barrio. Explicado, espero, el sentido de la fiesta, si me gustaría que aquellos que buscan el alma me propongan qué harían ellos para alcanzarla. De no ser así, me temo que todo quedará en un reels de usar y olvidar y hasta la próxima ocurrencia. Así les va.