Morirse tiene un precio
Este año se cumplen sesenta años del rodaje de “La muerte tenía un precio", una película de culto para los amantes del cine del oeste. Rodada en parte en la pedanía de Los Albaricoques (Níjar), y dirigida por el mítico Sergio Leone, tenía como protagonistas a dos de los grandes del género. Dos de los actores con mayúsculas que hicieron y hacen grande a Hollywood, como son Clint Eastwood y Lee Van Cleef. Pero hoy no les voy a hablar de cine. Tampoco pretendo hacer un panegírico, otro más, sobre Almería y sus paisajes de ensueño para los rodajes. Tampoco es mi intención adentrarme en el mundo de las grabaciones de filmes del oeste y lo que supusieron, suponen y supondrán para esta provincia. Envueltos como estamos, y viviendo todo lo que rodea la festividad de Todos los Santos y cómo se ha prostituido por la importación de la gran fiesta de Hallowen, busco llamar la atención y si quieren, reflexionen conmigo, sobre lo que cuesta morirse.
No es baladí lo que les propongo. Muchos de ustedes, me consta, tienen seguros de decesos. Pagan cada mes una cantidad y al final de su vida, los que quedan, llaman a la compañía en cuestión y con algo de papeleo, todo resuelto, y a otra cosa. Un descanso para el que se va, pero mucho mayor para los que aquí permanecen.
La segunda opción pasa porque dispongan de una cuenta corriente saneada y quienes se quedan, familiares, generalmente, hagan uso de
estos emolumentos, entre tres mil y cinco mil euros, y problema concluso.
Pero hay una tercera opción, la más preocupante para quienes deben hacer frente a la situación. Les cuento un caso reciente. Por razones que no vienen el caso asistí al funeral, es un decir porque no hubo, de una persona que había fallecido y cuyos familiares no disponían de dinero para enterrar al finado. Dos días con sus respectivas noches fueron necesarias para poder enterrar al difunto, en este caso mujer, después de que los servicios sociales del ayuntamiento en cuestión se hiciesen cargo de cerrar el paso terrenal de esta mujer por este valle de lágrimas.
Aunque no lo crean, lo acontecido sucede mucho más de lo que nos creemos. Las economías familiares, grandes o pequeñas, las dedicamos a vivir de la mejor manera, sin pensar que un día todo se acaba y son los hijos los que deben hacerse cargo de cerrar el capítulo terrenal. Un capítulo que requiere dinero y que no es barato, se los puedo asegurar. Tiene un precio que no todos afrontan y al que los ayuntamientos en sus presupuestos dedican cada año una partida para responder a quienes no pueden, o miran para otro lado, en esta dolorosa y triste situación. Pasen un buen día de los Santos y de los Difuntos. Aquí no hay ni truco, ni trato y tampoco Don Juan Tenorio, de José Zorrilla, para los nostálgicos o clásicos de otros tiempos.
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Comentarios
Triste realidad amigo Antonio.